Unos tanto y otros tan poco.

    Me gusta mucho la forma homóloga en que la letras salen escritas en esta pantalla ficticia conforme pulso la teclas. Menos mal que finalmente llegaron a un armisticio, que si hubiera reinado el caos no estaría yo aquí llorando lágrimas de cocodrilo. No tengo ninguna necesidad de preguntar a nadie por sus miserias. La alemana que cojea y pasa por mi lado, me pide dinero, y yo empapado, busco donde quizá pueda encontrar alguna moneda. No me conviene mucho dar dinero a nadie. Unas cuantas monedas brillantes que sin embargo no tienen ningún valor.
    Todo el mundo anda por la calle acojonado, yo siento la necesidad de expresar, pero en mi cabeza suenan las trompetas celestiales. Todo es mentira, me nublo sin necesidad de lluvia, me mojo por fuera, que por dentro ya lloro yo. Espero en una esquina yo solo, viendo la gotas caer, a la luz de una farola hierve mi sangre solo saber que no vas a aparecer. De nuevo aquí sentado, delante de esta pantalla atolondrado. No se si valgo o dejo de valer, no puedo dedicar mi tiempo a otra cosa al parecer. La falta del sentido de las cosas obliga a que las aceras estén formadas de baldosas cuadradas. Si, Minodora sabe que siento más allá de la borrachera que porto. Que asiento el trasero de este coche está lleno de cacharros, no hay ninguna necesidad de limpiar mi trasero, acumulo los trastos en mugriento trastero. La ponzoña me rodea, y... ¿de que me quejo mi señora? Me alquilaste este cuarto miserable, para que tuviera un sitio donde esconderme en los días turbulentos. La paz nunca llegará para los corazones faltos de sentimientos, amputaron la filosofía de las instituciones, pareciera que yo no quiero nada más que confundir las estaciones, si ahora no ves el sol en el cielo es porque yo no quiero que se vea. Todos los dioses del universo están de acuerdo conmigo en que con este talante me abandono, y quisiera conversar con los de arriba, mostrarles el ridículo con que obligan a nacer al nuevo día. Que es inevitable que salga el sol como tantas otras cosas, que no me muestras los que sientes no es nuevo. Debajo de esa costra que has dejado resecar, se que emanará la sangre conque escribiré los mejores deseos. Me meo en tus ganas de ganar, mientras yo esté aquí anularé toda competición posible. No porque yo controle o deje de controlar, más bien asumo la inconstancia del bienestar. No quise sentirme bien esta mañana y muy a mi pesar encontré la vanidad en el fondo de una cáscara de sandía rellenada con vodka y limón en una mezcla bien fría.