Frases y citas


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jueves, 19 de agosto de 2010

DESDE DENTRO DEL COÑAMEN, A MI EL MUNDO ME DA IGUAL.

(cuelgo otro otro cachito del libro porque aquí el espacio no ocupa)
(y, como comentario, decir, que es brutal como alguien puede estar yendo en una dirección y encontrarse con estas cosas, es como un pepito grillo diciendome malignamente al odio, tirate al pozo triste muñecho de madera. ¡tirate al pozo!¡que ya alguien echará alguna moneda! )
(que continue siempre esta manera y que lleguemos a ser nosotros mismos)

Sexus – Henry Miller
pp.166
Había otra cosa en la que no creía en absoluto: el trabajo. El trabajo, me parecía aún en el umbral de la vida, es una actividad reservada para los estúpidos. Es lo opuesto mismo de la creación, que es juego, y que precisamente por no tener otra raison d'etre que sí misma es el supremo poder motivador en la vida. ¿Ha dicho alguien alguna vez que Dios creó el universo para proporcionarse el trabajo a Sí mismo? Por una cadena de circunstancias que no tenían nada que ver con la razón ni con inteligencia, me había vuelto como los demás: un esclavo del trabajo. Tenía la triste excusa de que con mis esfuerzos estaba manteniendo a una mujer y a una hija. Sabía que era una excusa floja, porque, si me cayera muerto, el día siguiente, seguirían viviendo de un modo u otro. Suspenderlo todo, y jugar a ser yo mismo ¿por qué no? La parte de mí que estaba entregada al trabajo, que permitía a mi mujer y a mi hija vivir del modo que irreflexivamente pedían, esa parte de mí que mantenía la rueda girando -¡idea completamente fatua y egocéntrica!- era la parte inferior de mí. No daba nada al mundo desempeñando la función de sostén de la familia; el mundo me exigía su tributo y nada más.
El mundo no empezaría a recibir de mí algo de valor hasta que no dejara de ser un miembro serio de la sociedad y no me convirtiese en... mí mismo. El estado, la nación, las naciones unidas del mundo, no eran sino un gran conjunto de individuos que repetían lo errores de sus antepasados. Estaban cogidos en la rueda desde el nacimiento y seguían girando con ella hasta la muerte... e intentaban ennoblecer esa rutina llamándola “vida”. Si pedías a alguien que explicara o definiese la vida, su finalidad, recibías por respuesta una mirada vacía. La vida era algo de que se ocupaban los filósofos en libros que nadie leía. Los que se encontraban en lo más reñido de la refriega de la vida, los “jamelgos aparejados”, no tenían tiempo para esas cuestiones vanas. “Hay que comer, ¿no?” Esa pregunta, que se consideraba un expediente momentáneo, y que quienes sabían habían contestado, ya que no con una negativa absoluta, por lo menos con una negativa inquietantemente relativa, era una clave para todasa las demás preguntas que seguían en sucesión euclideana. Por las pocas lecturas que había hecho yo, había observado que los hombres que estaban más en la vida, que estaban moldeando la vida, que eran la vida misma, comían poco, dormían poco, poseían poco o nada. No se hacían falsas ilusiones sobre el deber, o la perpetuación de los parientes, ola preservación del Estado. Les interesaba la verdad y sólo la verdad. Sólo reconocían un tipo de actividad: la creación. Nadie podía exigirles servicios, porque por su propia voluntad se habían empeñado en darlo todo. Daban gratuitamente, porque ése es el único modo de dar. Ésa era la forma de vida que me atraía: tenía profundo sentido. Era la vida... no el simulacro que adoraban quienes me rodeaban.
Yo había entendido todo esto... con la mente justo al salir de la adolescencia. Pero había que pasar por una gran comedia de la vida antes de que esa visión de la realidad pudiera llegar a ser la fuerza motivadora. El tremendo hambre hambre de vida que los demás sentían en mí actuaba como un imán; atraía a quienes necesitaban mi tipo particular de hambre. El hambre aumentaba mil veces. Era como si los que se pegaban a mí (como empastes de hierro) quedaran sesibilizados y atrajesen a otros, a su vez. La sensación, al madurar, se concierte en experiencia y la experiencia engendra experiencia.

1 comentario:

Zao dijo...

Ya decia Hermann Hesse, que la obstinación es la unica virtud que se guia por el propio sentido. Todas las virtudes son obediencia y la historia esta a quien obedecen. La obstanación solo obecece al propio sentido.